viernes, 12 de noviembre de 2010

La confirmación de Ben Affleck como cineasta: THE TOWN (CIUDAD DE LADRONES)



     El estreno de The town (Ciudad de ladrones) (The town, 2010), la segunda película dirigida por Ben Affleck, viene a prolongar el buen sabor de boca dejado por su ópera prima, la muy recomendable Adiós pequeña, adiós (Gone baby gone, 2007). Si hace unos años Affleck se caracterizaba por una filmografía actoral de lo más discreta, tras estos dos trabajos como director se perfila como un talento a seguir de cerca, demostrando tanto un buen conocimiento del cine policíaco como cierta habilidad a la hora de hablar en una película de género sobre sus preocupaciones más personales. Y es que Affleck se revela como un cineasta con cosas que decir: al igual que Adiós pequeña, adiós o incluso El indomable Will Hunting (Good Will Hunting, Gus Van Sant, 1997), cuyo guión Affleck escribió junto con su buen amigo Matt Damon, The town es entre otras cosas un retrato de los barrios más desfavorecidos de Boston, ciudad en la que se crió el director.

     Explicada a granes rasgos la trama de The town se sitúa en el barrio bostoniano de Charlestown y gira alrededor de los delitos cometidos por una banda de atracadores liderada por Doug MacRay (el propio Affleck, en una más que correcta interpretación) y James Coughlin (Jeremy Renner) y de su seguimiento policial bajo la dirección del agente del FBI Adam Frawley (Jon Hamm). Como se puede ver a primera vista The town no cuenta nada nuevo, pero lo cierto es que lo cuenta con tanta convicción que el espectador asiste a los hechos narrados con mucho mayor interés del habitual. Quizás ello se deba a la humanidad que destilan los personajes, en especial Doug; en la descripción de este protagonista resulta de vital importancia la historia de amor que mantiene con Claire Keesey (la siempre estupenda Rebecca Hall), precisamente la directora del banco que la banda había atracado al principio del relato y que fue tomada como rehén. Esta línea argumental, criticada por algunas voces pero a mi parecer muy interesante, sirve para que Doug tenga por primera vez conocimiento de los efectos que sus delitos tienen sobre sus víctimas colaterales: Claire aún no ha superado el miedo que sintió cuando fue puesta en libertad por sus secuestradores, momento en el que creyó que iba a ser eliminada por su condición de testigo directo del robo. Fruto de este trauma no superado, el mundo de esta mujer se resquebrajará de arriba abajo y, paradójicamente, solo hallará comprensión en Doug sin saber que él es uno de los causantes de su desdicha. A pesar de los mundos opuestos a los que pertenecen ambos amantes lo que acabará uniéndoles será su necesidad de cambiar de vida y de olvidar la violencia que han tenido que presenciar. Hay que destacar que (atención: SPOILER) Affleck tiene el acierto de cerrar esta historia de amor con un inteligente y hermoso final abierto, en el que queda en el aire el posible reencuentro futuro de la pareja tras la huida final de Doug.

     El propio Affleck ha admitido la influencia que sobre su último trabajo ha ejercido la ya mítica película Heat (id, Michael Mann, 1995). Las conexiones entre ambas películas no se reducen a su adscripción al cine de policías y ladrones, sino que se manifiestan en detalles más concretos de la trama como la vigilancia policial a la que se ven sometidos los protagonistas o la relación amorosa entablada entre un atracador de bancos y una mujer desconocedora de las ocupaciones delictivas de su amante. Pero más allá de estas innegables conexiones argumentales, y salvando todas las distancias que se quieran, veo en The town un espíritu que me recuerda al de algunas muestras del mejor cine negro clásico como El último refugio (High sierra, Raoul Walsh, 1941), La jungla de asfalto (The asphalt jungle, John Huston, 1950) o Atraco perfecto (The killing, Stanley Kubrick, 1956). Al igual que sus ilustres precedentes Ben Affleck no desdeña la crítica social que siempre ha formado parte del género negro, retratando a los delincuentes como víctimas del duro entorno en el que han crecido: un barrio, el de Charlestown, que ha condicionado sus vidas dificultándoles una existencia dentro de los márgenes de la ley. Para hombres como James o Doug no ha existido otro camino posible que el del mundo del crimen: mientras que el primero admite desconocer otro medio con el que ganarse la vida, y quizás de modo inconsciente exteriorizar la violencia que lleva dentro y que es fruto de una existencia entera rodeada por la delincuencia, Doug conocerá por sí mismo los obstáculos que prácticamente les imposibilitan dejar ese mundo atrás, enfrentándose a los siniestros gángsters que mueven los hilos en Charlestown y que juegan arbitrariamente con el destino de quienes residen allí oprimiéndoles en beneficio propio.

     No menos significativo es el poco complaciente dibujo que la película realiza de unas fuerzas del orden personificadas en el agente Adam Frawley, a quien nunca veremos fuera de su ocupación o en un momento de descanso: Frawley parece vivir solo para su trabajo y no parece tener vida privada, tal y como sugiere su aspecto siempre desaliñado y su rostro con barba de un par de días. Descrito como un funcionario que realiza su labor con tanta determinación como frialdad, Frawley se perfila además como un ser sin escrúpulos capaz de todo con tal de ganarles la partida a sus rivales: durante una redada en el piso de un delincuente mostrará una violencia equiparable a la exhibida por los ladrones durante sus atracos, y más tarde manipulará cruelmente a Krista Coughlin (Blake Lively), hermana de James y ex-novia de Doug, para que traicione a ambos. Cabe destacar que la descripción del personaje de Frawley se ve beneficiada por la precisa interpretación de Jon Hamm, el protagonista de la excelente serie de televisión Mad men.

     Pese a las citadas conexiones argumentales con Heat, desde un punto de vista formal el cine de Affleck se distancia notablemente del estilo más moderno de Michael Mann. Al igual que algunos de los mejores thrillers de los últimos años -Munich (id, Steven Spielberg, 2005), La noche es nuestra (We own the night, James Gray, 2007), Zodiac (id, David Fincher, 2007)…- The town se decanta por un estilo que tiene sus raíces en el cine policíaco de los años 70, en especial el practicado por cineastas como Sidney Lumet, John Frankenheimer, William Friedkin, el primer Walter Hill o incluso el Fred Zinnemann de Chacal (The day of the Jackal, 1973). De este modo la puesta en escena de Affleck, de una madurez poco frecuente de encontrar hoy en día, huye en todo momento de los efectismos y renuncia a espectacularizar la violencia, apostando en cambio por una gran sobriedad narrativa.

     Los ejemplos del buen hacer de Affleck detrás de las cámaras abundan en esta notable película. Quizás lo más llamativo de The town consista en el vigor y la elegancia de sus excelentes secuencias de acción, especialmente las que tienen lugar durante la última y trepidante media hora de metraje; pero más allá de la efectividad de estas secuencias lo que resulta destacable es el tacto de Affleck a la hora de guardar cierta distancia con la violencia que muestra: en ningún momento recurre a planos cortos para mostrar el impacto de las balas en los cuerpos, e incluso en una de las secuencias finales (y en un recurso formal ya utilizado en Adiós pequeña, adiós) recurre a un rápido fundido en negro ahorrándole al espectador uno de los instantes más virulentos de la cinta. En otros momentos el director recurre a detalles más sutiles pero de un enorme significado: en la secuencia del primera atraco, y en medio de una gran tensión, el director inserta un plano desde el punto de vista de Doug, quien recorre con la mirada el cuerpo de Claire: lo que en un principio podría parecer una imagen gratuita sirve para adelantar una parte importante de la trama que se desarrollará después. Otra secuencia, la de la discusión entre Doug y James cuando el primero anuncia su intención de abandonar el mundo del crimen, se sirve del escenario en el que se desarrolla, una calle situada al lado de un pequeño cementerio, para subrayar las raíces irlandesas en las que se fundamenta tanto la relación entre los dos amigos como su inquebrantable código de honor. Por último, hay que mencionar una breve secuencia de suspense de clara inspiración hitchcockiana, el momento en el que James descubre la relación entre Doug y Claire: de un modo oportuno y nada enfático Affleck se sirve de las posibilidades compositivas del formato panorámico para destacar a un lado del encuadre el tatuaje en la nuca de James, que puede facilitar a Claire el identificarle como a uno de los atracadores, mientras al otro lado del encuadre Doug se percata de la situación y trata de desviar la atención de la mujer. Detalles como éstos acreditan a Ben Affleck como un buen cineasta y hacen que esperemos con gran interés nuevas muestras de su incipiente talento.