viernes, 6 de mayo de 2011

James Newton Howard y la banda sonora de LA JOVEN DEL AGUA


     Puede que ninguna de las películas de M. Night Shyamalan haya dividido tanto a los espectadores como La joven del agua (Lady in the water, 2006): hay quien la odia y quien la ama con devoción, y lo que para unos es ridículo y absurdo a otros les resulta emotivo y fascinante. Puede que ello se deba a lo radical de esta propuesta del cineasta hindú, pues La joven del agua es sin duda una de las piezas más extrañas, arriesgadas y personales de su filmografía. Si los relatos de Shyamalan siempre se han caracterizado por su descripción de un mundo real y cotidiano en el que se encuentran agazapados numerosos elementos sobrenaturales, visibles tan solo para aquellos que saben mirar, La joven del agua lleva esa idea a su máxima expresión, narrando una fábula repleta de seres fantásticos en un contexto tan cercano como un modesto bloque de apartamentos en Filadelfia. No menos cercano y común es Cleveland Heep, el improvisado héroe de este cuento de hadas para adultos interpretado por ese grandísimo actor que es Paul Giamatti. Cleveland, tímido conserje del bloque de apartamentos The Cove, verá cómo su vida cobra sentido cuando en ella aparezca Story, una ninfa acuática interpretada con equilibradas dosis de ingenuidad y misterio por Bryce Dallas Howard. El empeño de Cleveland de proteger a Story y devolverla a su mundo le enseñará a observar cómo en el aparentemente banal entorno que le rodea existen criaturas que se sumergen en la piscina o que se esconden en el césped alejándose de la vista de los seres humanos.

     La joven del agua es en mi opinión una espléndida y encantadora película, sin duda la mejor de su director junto con El protegido (Unbreakable, 2000). Su brillante puesta en escena, de aparente sencillez pero gran elaboración, y su irónico sentido del humor (a destacar las apariciones del antipático crítico de cine interpretado por Bob Balaban) convierten lo que podría haber sido un simple cuento infantil en una divertida y a la vez conmovedora metáfora sobre la necesidad de fantasía en un mundo tan tristemente real como el nuestro (véanse las imágenes de la guerra de Irak que numerosos personajes ven por televisión en la soledad de sus apartamentos). Además Shyamalan, tal y como ya hizo en su anterior El bosque (The village, 2004), lleva a cabo una interesante reflexión sobre los mecanismos de la narrativa: si en aquella película mostraba la importancia y la necesidad de crear mitos a fin de preservar la seguridad de una pequeña comunidad, en La joven del agua son los propios personajes los que deben descubrir y aceptar su propio rol dentro de una leyenda convertida en realidad.

     La calidad de la película de Shyamalan se ve sublimada en todo momento por la extraordinaria banda sonora compuesta por James Newton Howard. Desde que director y compositor colaboraran por primera vez en El sexto sentido (The sixth sense, 1999) su ininterrumpida colaboración nos ha regalado partituras tan sobresalientes como las de El protegido, Señales (Signs, 2002) o El bosque. Resulta muy difícil decidir cuál de estas composiciones es la mejor, pero personalmente me decanto por La joven del agua, una de las mejores bandas sonoras de la última década y uno de los grandes trabajos del magnífico compositor de El fugitivo (The fugitive, Andrew Davis, 1993).

     La joven del agua se inicia con un prólogo en el que se nos relata la leyenda de las criaturas del agua, unos seres que en tiempos remotos inspiraban al hombre realizando predicciones sobre su futuro; la relación entre el mundo mágico del agua y el mundo de los hombres finalizó cuando éstos viajaron tierra adentro y dieron rienda suelta a su codicia. Este relato, narrado por una voz en off sobre una sucesión de dibujos infantiles, cumple perfectamente su propósito de introducir al espectador en un contexto fantástico e irreal por más que tenga lugar en nuestro mundo y en la actualidad. La maravillosa música de James Newton Howard, con su combinación de coros, piano y cuerda, nos invita a entrar en este mundo de ensueño, introduciendo el tema principal de la partitura que siempre estará asociado al personaje de Story.


     Una parte importante de la banda sonora está dedicada a los momentos de mayor tensión, como por ejemplo las amenazadoras apariciones de los Scrats, unas bestias fantásticas que quieren acabar con la vida de Story. No obstante el momento de suspense más logrado es quizá la brillante secuencia subacuática en la que Cleveland inspecciona la caverna en la que se ocultaba Story en busca de un ungüento que le permita sanarla de las heridas inflingidas por los Scrats. La banda sonora acompaña de manera espléndida las imágenes con distintos colores musicales, adoptando al principio una textura sobrenatural con la combinación del piano y de unos coros angelicales, expresando así la sorpresa de Cleveland al descubrir el mundo subterráneo; a continuación la música pasa a reflejar la tensión que se acumula cuando el protagonista se queda encerrado y sin oxígeno en el interior de la cámara, todo ello hasta culminar en un gran crescendo final con la desesperada salida de Cleveland a la superficie.


     Otro de los mejores momentos de la partitura pertenece a la secuencia en la que Story, mientras se cura de sus heridas bajo la ducha, se sirve del lenguaje de los gestos para proporcionar pistas acerca del modo en que Cleveland debe ayudarla a volver a su mundo. James Newton Howard se acerca al minimalismo musical con el uso de una retentiva frase melódica que se repite de un modo constante, aportando una gran intensidad a los avances de Cleveland mientras busca ayuda entre los vecinos de The Cove. El obsesivo uso de las cuerdas, que trae a la memoria ciertos pasajes de la banda sonora de Señales, se combina en la parte final con el emotivo tema de Story.


     Pero el momento álgido tanto de la película como de la banda sonora es la secuencia final, aquélla que ilustra el último intento de Story de ser recogida por una gran águila que la devolverá al mundo del agua, momento culminante en el que por fin todos los vecinos de The Cove descubren su verdadera función en este cuento de hadas. En respuesta tanto a la espectacularidad de las imágenes como al cariz revelador de lo que acontece, la música alcanza grandiosas cotas de épica con el uso de los coros y de toda la orquesta al completo. La secuencia termina recuperando el intimismo con el leitmotiv de la joven del agua, tema que arropa la emocionante despedida final de los dos protagonistas.


     La joven del agua concluye con una memorable imagen de Cleveland visto desde el interior de una piscina, la misma de la que misteriosamente surgió Story en su primer encuentro. Entonces la imagen funde a negro y aparecen los títulos de crédito, momento en el que empieza a sonar el leitmotiv asociado al protagonista masculino. Dicho tema ha aparecido brevemente a lo largo de la película, pero es aquí donde James Newton Howard lo desarrolla en toda su plenitud, siendo interpretado primero por el piano (quizá para describir la soledad de Cleveland) y después por las secciones de viento y cuerda, poniendo el broche de oro a una estupenda película y a uno de los mejores trabajos de su autor.