sábado, 30 de junio de 2012

El señor de la noche según Christopher Nolan. Primera parte: BATMAN BEGINS


     Existe un breve momento en Following (id, 1998), el modesto pero interesante debut en la dirección de Christopher Nolan, en el que aparece fugazmente un emblema de Batman como parte del atrezo. Probablemente no se trata más que de una simple casualidad, pues difícilmente el cineasta británico podía imaginar que pocos años después dirigiría Batman begins (id, 2005), primera parte de una trilogía que completaría con El caballero oscuro (The dark knight, 2008) y El caballero oscuro: La leyenda renace (The dark knight rises, 2012). Sin embargo, y aunque antes del estreno de Batman begins muchos calificaron de arriesgada la elección de Nolan como su máximo responsable, no es menos cierto que el personaje del hombre murciélago guarda una estrecha relación con los protagonistas de sus demás ficciones cinematográficas. De este modo Bruce Wayne (Christian Bale) está tan atormentado por la muerte de sus padres como Leonard Shelby (Guy Pearce) lo estaba por el asesinato de su esposa en Memento (id, 2000), Will Dormer (Al Pacino) por la muerte de su compañero en Insomnio (Insomnia, 2002) o Cobb (Leonardo DiCaprio) por el suicidio de su esposa en Origen (Inception, 2010). Por otro lado la doble identidad de Wayne, quien adopta una imagen frívola de cara al exterior y tan solo revela su auténtica naturaleza cuando oculta su rostro tras una máscara, guarda gran relación con la tortuosa existencia del Alfred Borden (también interpretado por Christian Bale) de El truco final (The prestige, 2006), quien con la intención de convertirse en el mejor profesional del ilusionismo sacrificaba su vida personal recurriendo al desdoblamiento. Se mire por donde se mire, el superhéroe creado por Bob Kane le permitía a Nolan seguir indagando en temas recurrentes de su obra como la obsesión, la venganza, el sentimiento de culpabilidad o la importancia de un pasado marcado por la muerte.

     Batman begins es una película dividida en dos partes. La primera de ellas renuncia a una estructura lineal (tal y como sucede en casi toda la filmografía de Nolan), alternado dos líneas narrativas. Una de ellas consiste en varios flashbacks que describen algunos episodios fundamentales de la infancia y juventud de Bruce Wayne: la tierna relación con su padre Thomas (un breve pero excelente Linus Roache), de quien guarda un recuerdo idealizado; el trágico suceso en el que sus padres perdieron la vida a manos del atracador Joe Chill (Richard Brake); la relación de tintes paterno-filiales que Bruce establece con su mayordomo Alfred (un espléndido Michael Caine), personaje que adquiere aquí un mayor peso respecto al que tenía en muchos cómics o en los anteriores largometrajes dedicados a Batman; el intenso momento en que un veinteañero Bruce está punto de vengarse de Joe al ser éste puesto en libertad tras un encarcelamiento de varios años, tentación frustrada cuando el criminal es asesinado por un sicario de la mafia (en una secuencia que, por otro lado, evoca el famoso asesinato de Lee Harvey Oswald a manos de Jack Ruby)… Este último suceso será de vital importancia para la formación del carácter del protagonista y su decisión de convertirse en un justiciero enmascarado: al asistir a la muerte del asesino de sus padres, Bruce sentirá tanto la impotencia de no poder llevar a cabo su venganza como la vergüenza de haber estado a punto de tomar un camino que habría deshonrado la memoria de su familia.

     La segunda línea narrativa muestra los viajes de un adulto Bruce alrededor del mundo con el propósito de conocer el mundo de la delincuencia y aprender a sobrevivir en circunstancias extremas. En uno de ellos conocerá al enigmático Henri Ducard (Liam Neeson), quien le introducirá en La liga de las sombras, una no menos misteriosa organización secreta dedicada a erradicar el mal y la injusticia haciendo uso del sigilo, la intimidación y la violencia. Durante su proceso de iniciación para formar parte de la Liga, Wayne le confesará a Ducard que ya no se siente responsable de la muerte de sus padres, pero que a cambio se ha despertado en él un irrefrenable sentimiento de ira. Sin embargo, y aunque las lecciones de lucha e infiltración de Ducard le serán de gran ayuda al futuro hombre murciélago, los despiadados métodos de La liga de las sombras le provocan un enorme rechazo pues en su opinión sobrepasan el ideal de la justicia para abrazar abiertamente la venganza pura y dura; será en este momento cuando Bruce Wayne emprenderá el camino definitivo a su transformación en el señor de la noche.

     La segunda parte de la película arranca cuando Bruce Wayne regresa a Gotham dispuesto a convertirse en Batman, iniciando una lucha contra el crimen organizado que también le llevará a enfrentarse al Dr. Crane, alias El Espantapájaros (Cillian Murphy), y a la mismísima Liga de las sombras. Es en esta parte donde Nolan se acerca temática y estilísticamente a uno de los más célebres cómics dedicados al hombre murciélago: el excelente Batman: Año Uno (1988), escrito por Frank Miller e ilustrado por David Mazzucchelli. Aunque no puede ser considerada una adaptación cinematográfica del prestigioso cómic, Batman Begins coincide con éste no solo en la meticulosa narración de las primeras andanzas del héroe, en la descripción del sargento James Gordon (Gary Oldman) como el único policía honrado de Gotham o en la aparición de personajes secundarios ya presentes en la obra de Miller y Mazzucchelli como el gángster Carmine Falcone (Tom Wilkinson), el policía corrupto Flass (Mark Boone Junior) o el comisario Loeb (Colin McFarlane), sino también en el tono adulto y hasta cierto punto verosímil con el que afronta un relato de superhéroes. De ahí que Gotham no sea aquí esa ciudad a medio camino entre la arquitectura gótica y el expresionismo alemán que aparecía en las dos películas de Tim Burton dedicadas al hombre murciélago, sino una gran urbe azotada por la lluvia, la suciedad y el crimen intercambiable con cualquiera de las grandes metrópolis del mundo real; de ahí también que el tono de la película, en ocasiones áspero y poco complaciente, sea mucho más próximo al género policíaco que al fantástico. Quizá por ello las referencias cinéfilas esparcidas a lo largo de la película no guardan relación con el cine de superhéroes, sino con la saga Bond: véase el personaje de Lucius Fox (Morgan Freeman), similar al Q (Desmond Llewelyn) de la serie del agente 007, o la explosión del templo situado en lo alto de una montaña nevada, que tanto recuerda a una de las secuencias más espectaculares de Al servicio secreto de su majestad (On her majesty’s secret service, Peter Hunt, 1969), no por casualidad uno de los títulos favoritos de Nolan.

     Otra de las aportaciones más interesantes de Batman begins es la de asociar la asunción del rol de héroe por parte de Bruce Wayne con el progresivo control que éste va adquiriendo sobre sus miedos, lógicamente simbolizados por la figura del murciélago. Ya la primera secuencia de la película, un flashback sobre la infancia de Bruce, muestra el gran terror que le provocan los murciélagos cuando se topa con decenas de ellos al caer accidentalmente a un pozo seco. Precisamente el recuerdo de esa traumática experiencia provocará indirectamente la muerte de sus padres: durante una representación operística las imágenes del espectáculo reavivarán los miedos del más pequeño de los Wayne, motivando la decisión de sus padres de abandonar el teatro y salir a la calle, lo que les llevará a ser asaltados por el delincuente Joe Chill: “No tengas miedo” serán las últimas palabras pronunciadas por Thomas Wayne antes de fallecer. Afrontando definitivamente sus temores, el futuro Batman instalará su sede de operaciones en una cueva repleta de murciélagos y adoptará su forma convirtiéndolos de este modo en sus máximos aliados en la guerra contra el crimen.

     Batman begins es una buena película engrandecida por su estupenda banda sonora, compuesta a cuatro manos por Hans Zimmer y James Newton Howard, y por las interpretaciones de su magnífico reparto, encabezado por un Christian Bale que se convierte claramente en la mejor encarnación cinematográfica de Bruce Wayne. Sin embargo es una lástima que una serie de irregularidades impidan que ésta sea una película del todo lograda. Por un lado todo lo relativo al proceso de aprendizaje de Bruce Wayne bajo la tutela de Henri Ducard se ve lastrado por la presencia de tópicos acerca de las relaciones entre maestro y aprendiz, a lo que no ayuda que el personaje de Liam Neeson recuerde en exceso a los interpretados por el mismo actor en Star Wars: Episodio I. La amenaza fantasma (Star Wars: Episode I. The phantom menace, George Lucas, 1999) o El reino de los cielos (Kingdom of heaven, Ridley Scott, 2005), a pesar del buen trabajo del actor irlandés. Tampoco muy afortunadas son las secuencias en las que los habitantes de Gotham sufren los efectos de unos poderosos narcóticos aplicados por los villanos a fin de infundirles terror, escenas lastradas por numerosas imágenes alucinatorias que rompen con la estética realista perseguida por Christopher Nolan y el director de fotografía Wally Pfister. Por lo que respecta a las secuencias de acción, algunas peleas cuerpo a cuerpo se ven perjudicadas por un montaje excesivamente frenético, si bien merecen ser destacados momentos mucho más logrados como la primera aparición nocturna de Batman en los muelles, que describe adecuadamente la confusión de los matones que se enfrentan a él en la oscuridad, o la espléndida secuencia en la que el hombre murciélago escapa del acoso policial escudándose tras cientos de quirópteros que han acudido en su rescate, en lo que por otro lado supone un homenaje a un brillante fragmento de Batman: Año Uno. En suma un conjunto de imperfecciones, lógicas al tratarse de la primera gran superproducción de Nolan, que el cineasta pulirá en la mucho más redonda El caballero oscuro.