viernes, 20 de julio de 2012

El señor de la noche según Christopher Nolan. Segunda parte: EL CABALLERO OSCURO


     Dentro de la filmografía de Christopher Nolan, El caballero oscuro (The dark knight, 2008) no solo supone la segunda pieza de su trilogía dedicada al hombre murciélago, sino también su primera secuela. En este sentido la continuación de Batman begins (id, 2005) no deja de resultar una secuela atípica y poco convencional, que se aleja bastante del planteamiento dramático de la primera entrega para emprender un camino distinto y arriesgado, lo que le permite a Nolan profundizar en sus personajes y en las relaciones que se establecen entre ellos. Pero sin duda si algo destaca en El caballero oscuro es la intensidad, pocas veces igualada, con la que narra el enfrentamiento entre un héroe y su adversario, en este caso el Joker interpretado por un antológico Heath Ledger.

     Si en Batman begins destacaba la influencia de la novela gráfica de Frank Miller y David Mazzucchelli Batman: Año Uno (1987), en El caballero oscuro puede apreciarse la huella de El largo Halloween (1997), celebrada serie de cómics escrita por Jeph Loeb e ilustrada por Tim Sale. Al igual que en El largo Halloween, el motor de la trama de El caballero oscuro es la colaboración a tres bandas entre Bruce Wayne/Batman (Christian Bale), el comisario James Gordon (Gary Oldman) y el fiscal Havey Dent (excelente Aaron Eckhart) para acabar de una vez por todas con el crimen organizado de la ciudad de Gotham. Este pacto, casi un triunvirato como los que surgieron durante la república romana (no en vano aparecen pequeñas referencias a la antigua Roma a lo largo de la película), describe a la perfección la función que Batman ha asumido para el mantenimiento del orden en su ciudad: mientras que Gordon está dispuesto a llevar a los delincuentes ante la justicia y Dent a hacer todo lo posible para que paguen por sus crímenes con la cárcel, el justiciero enmascarado aparece como la fuerza que hace que todo ello sea posible, atrapando a criminales que están fuera del alcance de la policía o que se escudan tras leyes jurisdiccionales. Al respecto merecen ser destacadas secuencias tan espléndidas como el violento interrogatorio ejercido por el hombre murciélago contra el Joker en plenas dependencias policiales o aquella en la que Batman viaja hasta Hong Kong para atrapar a Lau (Chin Han), un contable encargado de blanquear el dinero sucio de la mafia que ha escapado de las autoridades de Gotham; dicha secuencia, excelentemente filmada, culmina con un nuevo guiño de Nolan a la serie cinematográfica de James Bond, en concreto a Operación Trueno (Thunderball, Terence Young, 1965), cuando el señor de la noche secuestra a Lau por vía aérea ante la atónita mirada de los agentes de seguridad que protegían al delincuente.

     Si la figura de Batman representa para las fuerzas del orden la posibilidad de cruzar fronteras inquebrantables para ellos en la lucha contra el crimen, Harvey Dent representa para el hombre murciélago la promesa de un futuro sin delincuencia en el que ya no será necesaria la existencia del señor de la noche. Y es que, a pesar de que la acción de El caballero oscuro transcurre unos pocos meses después de la de Batman begins, Wayne aparece ya muy cansado de los avatares ocasionados por su doble vida: su cuerpo muestra grandes contusiones fruto de sus rondas nocturnas y no deja de soñar con la idea de que el honrado fiscal limpie las calles de Gotham para siempre, lo que le permitiría a Bruce la oportunidad de vivir en paz junto a su amada Rachel (Maggie Gyllenhaal). Haciendo gala de un notable pesimismo, el resto de la película se encargará de mostrar cómo el proyecto de materializar esos sueños de esperanza supondrá un completo fracaso debido a los anárquicos planes del Joker, una de esas extrañas personas que según Alfred (Michael Caine) “solo quieren ver arder el mundo”.

     Y es que, si Batman lucha por establecer el orden en Gotham, el Joker aboga por un mundo sin límites reinado por el caos. El malvado villano surge de este modo como una figura opuesta pero complementaria a la del hombre murciélago, idea remarcada por Nolan con el paralelismo con el que muestra las acciones de los dos antagonistas. De este modo, en su primera aparición el Joker elimina uno por uno a los matones que le han ayudado en un atraco y que lucen disfraces de payaso similares al suyo; en la secuencia posterior, Batman se ve obligado a reducir a un puñado de imitadores que también se visten de hombres murciélago para tomarse la justicia por su mano: tanto el Joker como Batman son capaces de contagiar sus ideales, pero ambos necesitan actuar por sí mismos porque nadie más es capaz de llegar tan lejos como ellos. Por otro lado, a pesar de que al principio el Joker ofrece sus servicios a la mafia y Batman cuenta con el beneplácito de los ciudadanos y de las fuerzas policiales, al final ambos acabarán siendo repudiados por todos aquellos que inicialmente les apoyaban, revelando la hipocresía de una sociedad que no está dispuesta a asumir el precio de su estabilidad.

     Christopher Nolan y el desaparecido actor Heath Ledger llevaron a cabo una fascinante reinterpretación del enemigo por antonomasia del hombre murciélago incidiendo en su componente anárquico y en su crueldad. En lo referente a lo primero, llama la atención que El caballero oscuro sea la primera película de Nolan narrada estrictamente en orden cronológico. No obstante esa linealidad del relato acaba resultando aún menos convencional que los saltos en el tiempo de Batman begins, pues de este modo Nolan vence a la tentación de narrar el pasado del Joker a través de flashbacks y convierte el origen del villano en uno de los mayores enigmas de su filmografía; de hecho las diferentes versiones que el Joker explica acerca del modo en que sufrió los terribles cortes que deforman su rostro sugieren la idea de que se trata de un personaje sin pasado, una fuerza maligna que parece existir únicamente para luchar eternamente contra Batman y sumir así a la población de Gotham en un estado interminable de caos. Por lo que respecta a la crueldad, destaca la fijación del Joker por las armas blancas, tanto por los cuchillos que usa para desfigurar a sus víctimas como por la cuchilla que emerge letalmente de la punta de su zapato, una nueva referencia a James Bond y más concretamente a Desde Rusia con amor (From Russia with love, Terence Young, 1963); tal y como explicará con enfermizo deleite, el Joker disfruta de este tipo de armas porque le permiten asesinar a sus víctimas muy despacio, dejándole saborear cada instante del sufrimiento ajeno…

     De un modo similar a como sucedía en La broma asesina (1988), escrita por Alan Moore, ilustrada por Brian Bolland y posiblemente la mejor obra dedicada al personaje, el Joker no parará en su propósito de demostrar que, en situaciones excepcionales, cualquier persona sometida a una gran presión es capaz de convertirse en un monstruo como él. De este modo amenazará con asesinar cada día a un inocente hasta que Batman se entregue y se quite la máscara; más tarde, y tras cambiar de opinión, amenazará con destruir un hospital si la identidad secreta de Batman es revelada, provocando que un gran nombre de ciudadanos atenten contra Reese (Joshua Harto), un ejecutivo de Industrias Wayne que se disponía a identificar al hombre murciélago ante los medios de comunicación. Sin embargo será la dolorosa conversión de Harvey Dent en el aterrador Dos Caras la que supondrá la victoria definitiva del Joker: tras sufrir los efectos de una terrible quemadura, la mitad izquierda del rostro de Harvey quedará completamente desfigurada, exteriorizando de este modo unas heridas emocionales ocasionadas no tanto por su accidente como por la muerte de un ser querido. La destrucción física y moral de Dent queda simbolizada en la moneda de dos caras idénticas que el fiscal siempre llevaba consigo y que tras el accidente ha quedado oscurecida por uno de sus lados: “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano”, dijo proféticamente Dent cuando aún era conocido como el caballero blanco de la ciudad y seguía creyendo en el funcionamiento de la justicia. De este modo el que prometía convertirse en el símbolo de esperanza que Batman no podría ser jamás oscurecerá su carácter hasta convertirse en un asesino decidido a tomarse la justicia por su mano.

     El caballero oscuro es una película mucho más compacta y redonda que Batman begins, gracias no solo a un excelente guión, escrito por Christopher Nolan y su hermano Jonathan, sino sobre todo a la mayor fuerza de la puesta en escena, como se puede observar en su sentido del ritmo y en la mayor espectacularidad de sus imágenes. De este modo merecen ser destacadas las secuencias de acción, no solo por la brillantez de la planificación y del montaje sino por cómo ayudan a definir a los personajes, en especial al Joker: la ya citada secuencia inicial del atraco al banco, un reconocido homenaje a la famosa secuencia del robo de Heat (id, Michael Mann, 1995), que destaca no solo por su excelente resolución sino por el maquiavélico método utilizado por el Joker para que sus compinches se liquiden el uno el otro; la persecución automovilística, al parecer indispensable en cada película protagonizada por el superhéroe creado por Bob Kane, de la que sobresale el instante en que el villano tienta a Batman para que le mate, lo que destruiría irremediablemente el símbolo de justicia en el que trata de erigirse el héroe; la posterior huida del Joker de la comisaría en la que se encuentra retenido, que consigue llevar a cabo escondiendo un explosivo en el estómago de uno de sus ayudantes; el momento en que el asesino de la siniestra sonrisa quema una montaña de dinero perteneciente a la mafia, con Lau atado y amordazado en su cima...

     Pero si en algo destaca la energía imprimida por Nolan a su relato es en la valiente convicción con la que dinamita algunas de las convenciones del cine de superhéroes. En este sentido hay que destacar el inesperado desenlace del triángulo amoroso formado por Bruce, Rachel y Harvey: tras secuestrar a los dos últimos y atarles junto a unos explosivos, el Joker engañará perversamente a Batman para que rescate a Harvey y no al gran amor de su vida; en un detalle de gran crueldad, Rachel morirá pensando que Bruce ha preferido salvar al fiscal antes que a ella. De este modo Rachel pasa a formar parte de la galería de personajes femeninos de la obra de Christopher Nolan que pierden la vida por culpa indirecta del hombre al que aman, al igual que la esposa muerta (Jorja Fox) de Memento (id, 2000), la Sarah Borden (Rebecca Hall) de El truco final (The prestige, 2006) o la Mal (Marion Cotillard) de Origen (Inception, 2010). Aún más sorprendente y nihilista resulta el extraordinario desenlace de la película: tras atrapar al Joker y verse obligado a matar a Dent, Batman asumirá los violentos crímenes de este último, pasando a ser odiado como un villano para evitar que la reputación del caballero blanco de Gotham quede destruida para siempre y que su cruzada contra el crimen sea puesta en entredicho. Como en El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance, John Ford, 1962), la mentira acaba siendo la única opción para mantener a salvo a la sociedad, aunque sea a costa de quien lo ha perdido todo para protegerla. Las imágenes finales de la película son inolvidables, con un Batman cansado y herido huyendo de la policía y emprendiendo un camino hacia la marginación y la soledad.